Caracas, 18 de septiembre de 2025 – La tensión en el Caribe ha alcanzado niveles críticos. El régimen de Nicolás Maduro que ha gobernado Venezuela con mano dura durante más de una década, enfrenta un momento decisivo ante la creciente presión internacional y el despliegue militar estadounidense en aguas cercanas. Buques de guerra, submarinos y aviones de combate han sido posicionados estratégicamente, alimentando especulaciones sobre una posible operación militar, fuentes confidenciales a este medio han comunicado que la operación detrás esta denominada como: «Operación Libertador», en reconocimiento a la campaña libertadora de Bolívar quien en contexto político era un liberal reformista, este movimiento, enmarcado oficialmente como una campaña antidrogas, ha desatado un torbellino de reacciones dentro y fuera de Venezuela, mientras el país se tambalea al borde de un cambio político que podría marcar el fin del chavismo. ¿Estamos ante el ocaso del régimen o ante una escalada de tensiones que podría sumir a la región en un conflicto sin precedentes?, realmente a la región le interesa que termine este régimen corrupto que se ha convertido en una piedra en el zapato para otros países.
El despliegue militar estadounidense: una señal inequívoca
El gobierno de Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, ha intensificado su presencia militar en el sur del Mar Caribe, ocho buques de guerra, un submarino nuclear y varios aviones de vigilancia P-8 Poseidon han sido desplegados en la región. Entre los navíos destacan el USS Iwo Jima, USS San Antonio, USS Fort Lauderdale, USS Jason Dunham y USS Gravely, acompañados por 4,500 marines y la 22.ª Unidad Expedicionaria de Infantes de Marina. Este despliegue, que incluye destructores de misiles guiados de la clase Arleigh Burke y un crucero de misiles guiados como el USS Lake Erie, representa la mayor operación militar estadounidense en el Caribe desde la invasión de Panamá en 1989.
Se sabe de la misma fuente que el presidente está obsesionado con los B-2 Spirit y las bombas GBU-57A/B anti bunker, de tal forma ha solicitado su despliegue, no se sabe si están en Puerto Rico o harán un movimiento desde Patrick Space Force Base en Florida, de ser cierto esto los búnkeres del régimen serán mantequilla para la GBU-57A/B convirtiéndolos en ollas a presión con la detonación, garantizando la eliminación de cualquiera mando que los esté utilizando. La prioridad son Maduro, Cabello y Vladimir Padrino, están considerados como altos objetivos caliente o fríos, en segundo siguen los demás funcionarios de alto perfil del régimen.
Las fuerzas especiales estadounidenses tendrán un papel fundamental en ciertas operaciones clasificadas, se evitará tropas en el terreno, únicamente están designadas para apoyar la instalación y protección del nuevo gobierno.
Las bases militares venezolanas podrían ser destruidas con una andanada de misiles Tomahawk para bajar la moral y crear un ambiente de deserción, también para la protección de los civiles y evitar posibles violaciones de derechos humanos hacia la población, se prevé que podrían salir a las calles en un levantamiento contra el régimen aprovechando la operación contra la cúpula del régimen.
El Pentágono ha justificado inicialmente estas maniobras como parte de una operación antidrogas destinada a desmantelar el Cártel de los Soles, al que Washington acusa de estar liderado por Nicolás Maduro. La Casa Blanca, a través de su portavoz Karoline Leavitt, ha calificado al régimen venezolano como un «cartel narcoterrorista» y ha reafirmado su compromiso de llevar a los responsables ante la justicia. Un incidente reciente, en el que una lancha presuntamente operada por el Tren de Aragua fue destruida por fuerzas estadounidenses, dejando 11 muertos, ha avivado las tensiones. Además, el sobrevuelo de dos cazas venezolanos F-16 sobre el USS Jason Dunham fue interpretado por Washington como una «maniobra provocadora» diseñada para interferir con sus operaciones, según un comunicado del Departamento de Defensa.
El envío de 10 cazabombarderos F-35 a Puerto Rico el pasado viernes, como respuesta al sobrevuelo venezolano, subraya la determinación de Estados Unidos de mantener su superioridad militar en la región. Aunque funcionarios del Pentágono han aclarado que la fuerza desplegada no es suficiente para una invasión terrestre, expertos en seguridad nacional, como Eric Schmitt de The New York Times, señalan que los comandos de operaciones especiales podrían ejecutar incursiones selectivas desde los buques.
La respuesta del régimen: movilización y retórica beligerante
Nicolás Maduro ha reaccionado con una mezcla de desafío y victimización. En un acto transmitido por la televisión estatal, anunció la activación de la operación militar «Independencia 200», que involucra a las Fuerzas Armadas, cuerpos policiales, milicias bolivarianas y trabajadores públicos. Según Maduro, 4.5 millones de milicianos han sido desplegados en 284 «frentes de batalla» para proteger instalaciones estratégicas, como infraestructuras petroleras y puntos fronterizos. «Defenderemos nuestros mares, cielos y tierras», afirmó, calificando el despliegue estadounidense como una «amenaza extravagante» de un «imperio decadente», pero la realidad es otra, ya Maduro no cuenta con apoyo de la población y lo mas probable es al iniciar el día 0, que podría estar definido dentro de lo que resta septiembre y mediados de octubre, estaría acompañada de una gran deserción y militares apoyando la operación que pondrá fin al régimen.
El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, ha reforzado esta narrativa, asegurando que las fuerzas venezolanas están listas para una «lucha armada» si es necesario. Sin embargo, analistas señalan que el uso de cazas F-16, en lugar de los más modernos Su-30MK2V Flanker, evidencia las limitaciones técnicas de las fuerzas venezolanas. Según un análisis citado por BBC News Mundo, los F-16, adquiridos en la década de 1980, no representan una amenaza significativa para los buques estadounidenses, lo que sugiere que el sobrevuelo fue más un gesto simbólico que una acción estratégica.
El régimen también ha recurrido a la propaganda para consolidar el apoyo interno, Diosdado Cabello, figura clave del chavismo, ha negado las acusaciones de narcotráfico y ha calificado a la DEA como «el verdadero cartel.
La crisis interna: un país al límite
La escalada militar llega en un momento de profunda fragilidad para Venezuela. La economía, dependiente del petróleo, enfrenta un colapso agravado por sanciones internacionales y la revocación de licencias petroleras a empresas como Chevron. La producción de crudo ha caído a niveles históricos, y el Observatorio Venezolano de Finanzas reporta una inflación de dos dígitos en 2025. El bolívar ha perdido un 30% de su valor desde enero, y el 86% de los hogares viven en pobreza, según estimaciones de la ONU. La inseguridad alimentaria afecta a 9.3 millones de personas, mientras que los apagones y la escasez de agua y medicinas persisten.
La represión sigue siendo una herramienta central del régimen, desde las elecciones de 2024, más de 2,000 personas han sido detenidas, incluyendo activistas, periodistas y testigos electorales, según Human Rights Watch. Las «desapariciones forzadas exprés» y la persecución de opositores han sido calificadas como crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional que continúa investigando al régimen, a pesar de gestos como la liberación de 80 presos políticos en julio de 2025, la represión no ha disminuido, y la expulsión de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos refleja el intento de Maduro de silenciar críticas internacionales.
La oposición: un frente dividido pero esperanzado
La oposición venezolana liderada por figuras como María Corina Machado y Henrique Capriles, ve en el despliegue estadounidense una oportunidad para presionar al régimen. Machado, quien respaldó a Edmundo González Urrutia en las elecciones de 2024, ha celebrado las acciones de Washington, afirmando en Fox News que «Trump no está jugando». Sin embargo, Capriles ha adoptado un enfoque más cauteloso, rechazando una intervención militar y abogando por negociaciones directas entre Trump y Maduro para abrir el juego político. En una entrevista con BBC News Mundo, Capriles subrayó que «las guerras no son buenas» y que la solución debe pasar por la presión interna y el diálogo.
A pesar de estas diferencias, la oposición ha logrado mantener un nivel de cohesión tras las elecciones de 2024, que fueron ampliamente cuestionadas. La Plataforma Unitaria ha propuesto reformas energéticas y ha intensificado su campaña por elecciones libres, mientras busca apoyo en foros internacionales como la OEA y la UE, sin embargo, la inhabilitación de líderes como Machado y las detenciones masivas representan obstáculos significativos.
La Operación Libertador: ¿realidad o especulación?
Analistas como Jeremy McDermott, de InSight Crime, dudan que el objetivo principal sea el narcotráfico, argumentando que la mayoría de las rutas de droga pasan por el Pacífico, no por el Caribe. En cambio sugieren que el despliegue busca aumentar la presión política y económica sobre Maduro, forzando fracturas internas que faciliten una transición. Sin embargo, una intervención militar abierta enfrentaría resistencia no solo en Venezuela, sino también en la comunidad internacional.
Un futuro incierto
El final del régimen de Maduro parece más cercano que nunca, la combinación de represión, propaganda y alianzas internacionales ha permitido al régimen sobrevivir crisis anteriores. Sin embargo, el aislamiento diplomático, las sanciones económicas y el descontento popular representan desafíos sin precedentes que se unen al movimiento militar reciente de Estados Unidos.
La Operación Libertador, si existe, podría ser un punto de inflexión. Pero el costo de una escalada militar sería es imprevisible, mientras tanto el pueblo venezolano atrapado entre la esperanza y la desesperación espera un desenlace que ponga fin a años de sufrimiento. La historia de Venezuela está en un punto de quiebre, y el mundo observa con atención.