En medio de una tensa calma geopolítica, Irán ha intensificado su producción de uranio altamente enriquecido, elevando nuevamente las alertas internacionales sobre su potencial desarrollo de armas nucleares, según dos informes recientes del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el régimen de Teherán aumentó en casi un 50% la fabricación de este material entre febrero y mayo de 2025, alcanzando niveles de enriquecimiento cercanos al 60%, apenas un paso por debajo del 90% necesario para construir una bomba atómica, este avance junto con la negativa de Irán a cooperar plenamente con los inspectores de la OIEA, ha reavivado el debate sobre una posible intervención militar en el país, un escenario que parecía alejado tras la caída del acuerdo nuclear de 2015.
Los documentos del OIEA revelan que Irán no solo está produciendo más uranio enriquecido, sino que también está optimizando sus centrifugadoras avanzadas para elevar la pureza del material, actualmente el país cuenta con más de 150 kilogramos de uranio enriquecido al 60%, una cantidad suficiente según expertos para fabricar hasta nueve armas nucleares si se refina hasta el nivel militar.
Este progreso no es accidental, desde la salida unilateral de Estados Unidos del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) en 2018 y la reimposición de sanciones económicas, Irán ha abandonado gradualmente los límites impuestos por el pacto. En 2021, comenzó a enriquecer uranio al 20%, y en 2023 alcanzó el 60% en instalaciones como Natanz y Fordow, ahora, con la producción en su punto más alto desde la era Ahmadineyad las potencias occidentales y sus aliados en Oriente Medio ven señales de una carrera nuclear encubierta.
Lo que observamos es una acumulación sistemática de material y tecnología”, afirmó un analista del Instituto Carnegie para Oriente Medio en una entrevista reciente. “No hay evidencia concluyente de que Irán haya decidido construir una bomba, pero está creando las condiciones para hacerlo en cuestión de meses”.
La justificación de Irán: energía civil y soberanía nacional
El Gobierno iraní insiste en que su programa nuclear tiene fines exclusivamente pacíficos, en un comunicado emitido el pasado 28 de mayo, el Ministerio de Asuntos Exteriores rechazó las acusaciones de la OIEA, calificándolas de infundadas y sesgadas.
“Nuestra energía nuclear está dedicada a generar electricidad, medicina y desarrollo tecnológico”, dijo el portavoz del gobierno Saeed Khatibzadeh. “Irán no busca armas, pero defenderemos nuestra autonomía tecnológica contra cualquier intento de chantaje externo”.
Sin embargo, esta narrativa choca con la realidad de las acciones de Teherán. En los últimos años, el país ha restringido el acceso de los inspectores internacionales, destruido equipos de vigilancia y desplegado centrifugadoras de última generación prohibidas bajo el JCPOA, además documentos filtrados en 2023 sugieren que el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI) está involucrado en proyectos de miniaturización de ojivas nucleares, un paso clave para armar misiles balísticos.
Reacciones internacionales: de la diplomacia a la amenaza explícita
La comunidad internacional está dividida, mientras la Unión Europea y China piden diálogo, Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita han adoptado un tono más agresivo.
La tensión también ha llegado a las instituciones multilaterales, en una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia vetó una resolución que exigía sanciones adicionales contra Irán, mientras que Francia y Reino Unido amenazaron con aplicar medidas unilaterales.
Para muchos analistas la situación recuerda a la crisis de 2006, cuando Israel bombardeó instalaciones nucleares en Siria, o a 2012, cuando Tel Aviv e Irán estuvieron al borde de un conflicto directo por los ataques a centrifugadoras iraníes, hoy con Irán más cerca que nunca de cruzar la línea nuclear, el riesgo de un choque militar es tangible.
Según un informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), una operación militar contra objetivos nucleares iraníes podría incluir:
– Bombardeos selectivos en instalaciones como Natanz y Fordow.
– Ciberataques para sabotear centrifugadoras y redes eléctricas.
– Operaciones encubiertas para eliminar científicos clave del programa.
Pero una intervención tendría consecuencias devastadoras, Irán podría responder cerrando el Estrecho de Ormuz, atacando oleoductos en el Golfo Pérsico o lanzando misiles contra bases militares estadounidenses en Irak y Bahréin, aunque con la última confrontación con Israel se demostró las debilidades en defensa y la capacidad para contrarrestar de manera eficiente un ataque aéreo. Un conflicto regional podría extenderse rápidamente, arrastrando a potencias como Turquía, Qatar y hasta China que depende del 80% de sus importaciones de petróleo del Golfo.
A pesar de las tensiones, algunos expertos abogan por retomar el diálogo, la UE mediada por Noruega, ha propuesto un nuevo acuerdo que permitiría a Irán mantener un programa civil limitado a cambio de levantar sanciones económicas, sin embargo Teherán ha rechazado la idea, exigiendo garantías de seguridad y reconocimiento como potencia nuclear civil, algo que Occidente no está dispuesto a conceder.
El problema es que ambos lados ven concesiones como una señal de debilidad, explica la politóloga Leila Sadat. Irán quiere legitimidad, mientras que Occidente teme llegar a un punto sin retorno que termine en un conflicto a gran escala en medio oriente.
Mientras la atención se centra en Irán y EE.UU., otros países están moviendo fichas, Arabia Saudita rival histórico de Irán ha anunciado planes para desarrollar su propio programa nuclear con ayuda de Francia y EE.UU., una señal clara de que no permitirá un monopolio iraní en la región. Por su parte, Turquía ha mantenido relaciones ambiguas, comprando gas iraní mientras acelera su cooperación militar con Israel.
En el Golfo Pérsico Emiratos Árabes Unidos ha iniciado conversaciones con Washington para adquirir tecnología nuclear avanzada, un movimiento que podría equilibrar el poder regional pero también incentivar una carrera armamentística.
¿Qué sigue?
Si Irán mantiene su ritmo actual, podría alcanzar el 90% de enriquecimiento en menos de un año, un umbral que cambiaría radicalmente el mapa geopolítico, mientras tanto, la OIEA sigue sin acceso completo a las instalaciones sensibles, y las sanciones occidentales apenas han afectado la economía iraní gracias al apoyo de China y Rusia.
Para el mundo la pregunta es inquietante: ¿Estamos condenados a repetir los errores del pasado? La historia nos enseña que los conflictos en ocasiones se resuelven por la fuerza, pero también que la inacción puede tener costos irreparables.