En el corazón del sur de Francia, entre colinas tranquilas y laboratorios de alta seguridad, se está gestando uno de los proyectos científicos más ambiciosos de la historia moderna: ITER, el Reactor Experimental Termonuclear Internacional, su objetivo no es menor: reproducir en la Tierra la energía del Sol, si tiene éxito podría revolucionar la forma en que la humanidad genera electricidad, ofreciendo una fuente limpia, segura y prácticamente inagotable.
¿Qué es ITER?
ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor) es un megaproyecto de investigación científica que busca demostrar la viabilidad de la fusión nuclear como fuente de energía, adiferencia de la fisión —el proceso que alimenta las centrales nucleares actuales— la fusión consiste en unir núcleos atómicos ligeros para formar otros más pesados, liberando enormes cantidades de energía en el proceso.
Este fenómeno ocurre naturalmente en el interior de las estrellas, donde la presión y la temperatura permiten que los núcleos de hidrógeno se fusionen para formar helio. ITER pretende replicar ese proceso en la Tierra, utilizando isótopos de hidrógeno como el deuterio y el tritio, contenidos en un plasma confinado por campos magnéticos dentro de una máquina llamada tokamak.
El proyecto ITER no pertenece a una sola nación, es una colaboración internacional que involucra a 35 países, incluyendo la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Corea del Sur e India. La sede principal está en Cadarache, Francia, donde se construye el tokamak más grande jamás diseñado.
La magnitud del proyecto es colosal, el edificio que alberga el reactor tiene una altura equivalente a un edificio de 20 pisos, y el tokamak en sí pesa más de 23.000 toneladas. Cada componente ha sido diseñado con precisión milimétrica, y muchos han sido fabricados en distintos continentes antes de ser ensamblados en el sitio.
¿Por qué la fusión nuclear?
La fusión nuclear ofrece ventajas significativas frente a otras fuentes de energía:
- Sostenibilidad: El combustible necesario —deuterio y tritio— puede obtenerse del agua de mar y del litio, elementos abundantes en la Tierra.
- Seguridad: A diferencia de la fisión, la fusión no genera residuos radiactivos de larga duración ni riesgo de accidentes catastróficos como Chernóbil o Fukushima.
- Potencia: Un solo gramo de combustible de fusión puede generar tanta energía como ocho toneladas de petróleo.
- Cero emisiones de carbono: La fusión no produce gases de efecto invernadero, lo que la convierte en una herramienta clave para combatir el cambio climático.
Los desafíos técnicos
A pesar de sus promesas, la fusión nuclear enfrenta obstáculos formidables, para que los núcleos se fusionen, el plasma debe alcanzar temperaturas superiores a los 150 millones de grados Celsius, diez veces más caliente que el núcleo del Sol, confinar ese plasma sin que toque las paredes del reactor requiere campos magnéticos extremadamente potentes y estables.
ITER utiliza un diseño tokamak, una cámara toroidal (en forma de dona) rodeada por imanes superconductores que mantienen el plasma suspendido, estos imanes deben operar a temperaturas cercanas al cero absoluto, lo que implica un sistema criogénico de última generación.
Además, el tritio —uno de los combustibles— es escaso y radiactivo, lo que obliga a desarrollar métodos para producirlo dentro del reactor mediante reacciones con litio.
Avances recientes
En 2020, ITER completó la fase de ensamblaje del edificio principal, en 2021, se inició la instalación de los primeros componentes del tokamak, para 2025, el proyecto ha alcanzado hitos clave: el sistema de criogenia está operativo, los primeros imanes toroidales han sido activados, y se han realizado pruebas de vacío en la cámara de confinamiento.
Se espera que el primer plasma se genere en 2026, marcando el inicio de las pruebas experimentales.
ITER no es solo un experimento científico; es una apuesta estratégica por el futuro energético del planeta, en un contexto de crisis climática, agotamiento de recursos fósiles y tensiones geopolíticas por el acceso a la energía, la fusión nuclear representa una alternativa que podría redefinir el equilibrio global.
China, por ejemplo, ha invertido fuertemente en su propio programa de fusión, con el reactor EAST (Experimental Advanced Superconducting Tokamak), que en 2021 logró mantener plasma a 160 millones de grados durante 20 segundos. Estados Unidos, por su parte, impulsa iniciativas privadas como las de Helion Energy y Commonwealth Fusion Systems, que buscan acelerar la comercialización de la fusión.
ITER, sin embargo, sigue siendo el proyecto más avanzado y ambicioso, con respaldo institucional y cooperación multilateral.
Críticas y controversias
Como todo megaproyecto, ITER ha enfrentado críticas, algunos expertos cuestionan su costo —más de 20.000 millones de euros— y su calendario, que ha sufrido múltiples retrasos. Otros señalan que la fusión aún está lejos de ser una solución comercial viable, y que los recursos podrían destinarse a tecnologías más maduras como la solar, la eólica o el almacenamiento energético.
También hay preocupaciones sobre la gestión del tritio, la seguridad radiológica y la dependencia de materiales raros. Sin embargo, los defensores de ITER argumentan que la inversión es esencial para romper los límites actuales y abrir nuevas posibilidades.
Más allá de sus implicaciones energéticas, ITER representa un modelo de colaboración internacional en tiempos de fragmentación política, la ciencia puede unir a países con intereses divergentes en torno a un objetivo común.
Cada componente del reactor —desde los imanes japoneses hasta los sistemas de control estadounidenses, pasando por los módulos rusos y los sensores coreanos— es fruto de una red global de conocimiento, ingeniería y logística.
El futuro después de ITER
Si ITER logra demostrar la viabilidad de la fusión, el siguiente paso será un reactor de demostración que producirá electricidad para la red, podría estar operativo en la década de 2040 y sentar las bases para plantas comerciales de fusión en todo el mundo.
La visión es clara: un mundo donde la energía sea abundante limpia y accesible, sin depender de combustibles fósiles ni comprometer el medio ambiente. ITER no garantiza ese futuro, pero puede hacerlo posible.
ITER es más que un reactor: es una promesa, una promesa de que la humanidad puede superar sus límites tecnológicos, sus divisiones políticas y sus desafíos ambientales mediante la cooperación y la ciencia. En sus paredes de acero y sus campos magnéticos se juega no solo el futuro de la energía, sino también el de nuestra capacidad para imaginar y construir un mundo mejor.