La XVII Cumbre de los BRICS en Río de Janeiro expone fracturas internas, ausencia de liderazgo y una expansión simbólica que amenaza con diluir el proyecto original. El bloque, que representa el 35 % del PIB global, enfrenta obstáculos estructurales que podrían precipitar su declive.
El bloque BRICS —integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y recientemente ampliado con Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos— atraviesa una etapa crítica, la XVII Cumbre celebrada en Río de Janeiro dejó al descubierto las tensiones internas, la falta de cohesión estratégica y la ausencia de liderazgo que han comenzado a erosionar la viabilidad del grupo como contrapeso al orden económico occidental.
Conformado originalmente como una alianza de economías emergentes con el objetivo de reformar la arquitectura financiera global, los BRICS han evolucionado hacia una coalición heterogénea, marcada por intereses divergentes y modelos políticos incompatibles. La cumbre de 2025, lejos de consolidar una visión común, evidenció el estancamiento del bloque y su creciente irrelevancia en los foros multilaterales.
Según el editorial de El Mundo publicado el 7 de julio, el Sur Global —representado por los BRICS— se muestra sin una estrategia clara y plegado a narrativas externas, como las de Donald Trump y Vladimir Putin. La declaración conjunta emitida tras la cumbre se limitó a exigir una corrección de la “histórica subrepresentación” del bloque en organismos internacionales, sin presentar propuestas concretas ni mecanismos de implementación.
La ausencia de Xi Jinping y Vladimir Putin, figuras clave del bloque, fue interpretada como una señal de desinterés o desacuerdo con el rumbo actual. Por primera vez en doce años, el presidente chino no asistió al foro, lo que debilitó la imagen de unidad y liderazgo, en su lugar, se enviaron delegaciones técnicas que no lograron articular una postura firme frente a los desafíos globales.
Expansión simbólica y fragmentación interna
La reciente incorporación de Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos ha generado expectativas, pero también ha intensificado las dificultades organizativas, como señala el informe de Grupo Goberna, el bloque carece de una secretaría permanente y de un tratado constitutivo sólido, lo que limita su capacidad de coordinación y ejecución de políticas comunes.
La expansión, lejos de fortalecer al grupo, ha acentuado las diferencias geopolíticas y económicas entre sus miembros. Mientras algunos países buscan una mayor autonomía financiera, otros priorizan sus relaciones bilaterales con potencias occidentales, esta disparidad impide la formulación de una agenda coherente y amenaza con dividir al bloque en subgrupos con intereses incompatibles.
Desdolarización estancada
Uno de los pilares del proyecto BRICS ha sido la desdolarización, es decir, la reducción de la dependencia del dólar en el comercio internacional, aunque se han impulsado iniciativas como BRICS Pay y el Acuerdo de Reserva Contingente (CRA), la propuesta de una moneda común permanece en estado embrionario. India, por ejemplo, ha declarado que aún es prematuro avanzar en esa dirección, lo que refleja las asimetrías internas del bloque.
El comercio en monedas nacionales ha aumentado, pero sin una infraestructura sólida ni una política monetaria coordinada, los avances son limitados, la falta de consenso sobre una moneda unificada evidencia las tensiones económicas y políticas que dificultan la integración profunda.
Las disputas fronterizas entre India y China, las sanciones impuestas a Rusia y las diferencias ideológicas entre los miembros complican la articulación de una postura común. El bloque, que aspira a ser una alternativa al G7, se encuentra atrapado entre narrativas contradictorias y alianzas cruzadas.
La guerra en Ucrania, por ejemplo, ha generado divisiones internas, mientras Rusia busca apoyo dentro del bloque, otros países evitan posicionarse abiertamente, temiendo represalias diplomáticas o económicas, esta ambigüedad debilita la credibilidad del grupo y lo aleja de su objetivo de convertirse en un actor geopolítico relevante.
Falta de institucionalización
A diferencia de la Unión Europea o el G7, los BRICS operan sin una estructura institucional robusta, no cuentan con una sede permanente, ni con órganos ejecutivos que garanticen la continuidad de sus decisiones, esta flexibilidad, que en sus inicios permitió una diplomacia ágil, se ha convertido en un obstáculo para la consolidación del bloque.
La propuesta de establecer una estructura permanente de coordinación fue discutida en la cumbre de Río, pero no se alcanzaron acuerdos concretos. Sin una arquitectura institucional sólida, el bloque corre el riesgo de convertirse en un foro simbólico, sin capacidad de influencia real.
Aunque los BRICS representan el 40 % del PIB global medido por paridad de poder adquisitivo, su peso político y financiero sigue siendo limitado. La falta de cohesión interna y la ausencia de mecanismos de gobernanza dificultan la proyección externa del grupo.
Además, la percepción global del bloque ha comenzado a deteriorarse, analistas internacionales cuestionan su capacidad de ofrecer una alternativa viable al sistema financiero dominado por Occidente. La narrativa de autodeterminación económica y cooperación Sur-Sur pierde fuerza ante la evidencia de fragmentación y estancamiento.
¿Camino al fracaso?
La pregunta sobre el futuro de los BRICS ya no es si lograrán consolidarse, sino si podrán evitar su disolución o irrelevancia, el bloque enfrenta una encrucijada: o avanza hacia una institucionalización efectiva y una agenda común, o se diluye en un conjunto de intereses dispersos sin capacidad de acción coordinada.
El fracaso de los BRICS no sería solo el colapso de un proyecto económico, sino también la pérdida de una oportunidad histórica para reformar el orden global desde una perspectiva multipolar.
Los BRICS nacieron como una promesa de equilibrio global, pero hoy enfrentan el riesgo de convertirse en una ilusión diplomática, la XVII Cumbre en Río de Janeiro ha dejado claro que el bloque necesita más que declaraciones simbólicas para sobrevivir. Requiere liderazgo, institucionalidad, visión estratégica y voluntad política.
Sin estos elementos, el camino al fracaso parece inevitable, la historia de los BRICS podría terminar como la de otros proyectos internacionales que, pese a sus ambiciones, no lograron superar sus contradicciones internas, podríamos mirar la organización como un barco a la deriva sin una brújula funcional. El tiempo dirá si el bloque logra reinventarse o si quedará como un experimento fallido en la geopolítica del siglo XXI.